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Sesión continua

Me quita la ropa que le molesta, me tapa los ojos con un sombrero de ala ancha, me apaga la luz, me obliga a bailar desnuda en la oscuridad, me silba frases que no entiendo, se oye un vaso contra el cristal de la mesa, la alfombra se enrosca por los huecos que dejamos en el suelo, y yo bailo y bailo y no veo nada, me saca del círculo y me sienta en una silla acantilado y hablamos de las cosas de la vida que la gente desprecia, me obliga a deshacerme los nudos de la garganta, me saca una moneda de la nuca sin romperme, me estira la piel sobre la yo que no sabe que existe, me mira de lado, me desnuda otro poco, me abre las puertas de la cabeza donde solo hay agua, me sopla con fuerza para que me dé frío, me vuelve relativa, saca a relucir mi parte más felina, me encuentra las cosquillas de la rabia y me pide que baile y baile dando tumbos por esta oscura habitación. Hay días que la música me trata como si yo tuviese toda la culpa.

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Principios

No quiero ser seria, no quiero ser decente, no quiero una vida ordenada, no quiero estar cuerda, no quiero ser una vieja respetable.
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Instrucciones para un harakiri de palabras

Con el diafragma lleno de palabras no se puede respirar. Hazte un harakiri en miniatura, deja que corran una maratón en espiral por tu ombligo, márcales el camino hasta la meta de tu garganta, dales permiso, dales alas. Y si aún hecho esto no puedes llenarte de oxígeno, píntatelas por la piel, asfíxiate los poros con tinta barata para que el mundo pose en ti su memoria.


























Michel Omar
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Danseurs dans la nuit



El oscuro pasajero se abre paso por los vagones que se suceden en la penumbra de su habitación. Nadie lo mira, se le diluyen los contornos en el aire espeso. Tras un esfuerzo mínimo de sus ojos viejos el revisor lo reconoce, hace la vista gorda. El oscuro pasajero se sienta a cada rato en un rincón: en una esquina de la cama del vagón dormitorio, en la banqueta del piano del vagón restaurante, bajo la ventana del vagón manicomio... Desde cada nuevo asiento observa su alrededor con ojos nuevos, respira las distintas densidades y se discute a sí mismo si el mundo es demasiado grande o demasiado pequeño. La locomotora del tren habitación se detiene y empieza a sonar la música. El oscuro pasajero sale a bailar por los tejados de las vías. A la luz de la luna la gente repara en su figura oscilante. Demasiado loco para este país tan pequeño, piensan y apartan su cabeza a otros quehaceres. Yo me asomo por la ventana del vagón manicomio, dejándolo tan vacío tras mi marcha que se arrugan las paredes. De un salto me uno al baile de mi oscuro compañero. El aliento de la ciudad lejana nos hace vibrar las pestañas. En cada túnel del trayecto nos tomamos el pulso acelerado. Toda la noche cabe en uno de los pasos que inventamos. Bailamos por los tejados y entendemos que el mundo tiene el tamaño justo.