Las pelusas, óyeme bien, duendecillo, pueden sacarte de un mundo y llevarte a otro con una fuerza arrolladora y en cuestión de segundos.
Apréndetelo para cuando vuelvas a las bahías sureñas con tus despertares eónicos y tu nueva ventana al mundo colgada de la oreja.
Unos poetas recitan y otros pasan la aspiradora recogiendo las pelusillas sueltas de los versos.