Danseurs dans la nuit



El oscuro pasajero se abre paso por los vagones que se suceden en la penumbra de su habitación. Nadie lo mira, se le diluyen los contornos en el aire espeso. Tras un esfuerzo mínimo de sus ojos viejos el revisor lo reconoce, hace la vista gorda. El oscuro pasajero se sienta a cada rato en un rincón: en una esquina de la cama del vagón dormitorio, en la banqueta del piano del vagón restaurante, bajo la ventana del vagón manicomio... Desde cada nuevo asiento observa su alrededor con ojos nuevos, respira las distintas densidades y se discute a sí mismo si el mundo es demasiado grande o demasiado pequeño. La locomotora del tren habitación se detiene y empieza a sonar la música. El oscuro pasajero sale a bailar por los tejados de las vías. A la luz de la luna la gente repara en su figura oscilante. Demasiado loco para este país tan pequeño, piensan y apartan su cabeza a otros quehaceres. Yo me asomo por la ventana del vagón manicomio, dejándolo tan vacío tras mi marcha que se arrugan las paredes. De un salto me uno al baile de mi oscuro compañero. El aliento de la ciudad lejana nos hace vibrar las pestañas. En cada túnel del trayecto nos tomamos el pulso acelerado. Toda la noche cabe en uno de los pasos que inventamos. Bailamos por los tejados y entendemos que el mundo tiene el tamaño justo.



3 comentarios:

Julio Castelló | 8 de diciembre de 2009, 15:09

Cómo decir 'bellísimo' y no parecer banal...

Soledad | 9 de diciembre de 2009, 17:28

uno se siente bien con el presente cuando percibe que el mundo tiene el tamaño justo, y no nos queda pequeño o demasiado grande...
hermoso texto

fgiucich | 12 de diciembre de 2009, 21:10

Una metáfora brillante. Abrazos.

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