Contorsionista

No hay que resignarse a las rozaduras de la vida.
Ella conocía todas las trampas.
Tomaba su amor
y le borraba los contornos,
para luego rehacerlo huérfano y desfigurado.
Un día se apostó su blancura
y metió su cuerpecito en mi boca.
Se evaporó en dos palabras y un bostezo.


























Andrey Dubinin

1 comentarios:

fgiucich | 4 de diciembre de 2010, 13:27

Es que el amor es un largo camino de contorsiones. Abrazos.

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