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Quiero estar vacía

En el manicomio subterráneo más profundo, los locos me llaman por mi verdadero nombre. Podría moverme a oscuras por los pasillos de este antro y no tropezaría. Alguien me está mordiendo las entrañas, lo hace cada día, un rato por la mañana y otro por la tarde. El único trozo de cordura que queda aquí abajo cabe en este cuaderno de incongruencias. Qué pena de pájaros que no saben a dónde van. Que no saben que vienen aquí abajo.
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Hipotecas familiares


























Panorama ciego común


Si no quedan adoquines
arrancados de cuajo,
si no quedan mejillas en lata
en los tiernos badajos de la espuma,
quedarán collares de estrechos ataúdes
para vestir los domingos en la puerta
de atrás de la iglesia.
Pero no siempre es así,
si hay más hombres de cal
sueñan las olas con ser cables de luz.
Si hay más mujeres de humo
piensan las piedras de la playa
que llegarán algún día para forrarlas de seda.

Todos comprenden los sueños del extrarradio
pero en el fondo lo saben,
que el único terciopelo que produce asco
es el tacto de una polilla muerta.
Así, cuando todos los trenes pasen
habrá que hacer recuento
de la memoria perdida y las grietas en los ojos.
El dolor por las cosas que tiritan
será el eterno invitado de las escaleras;
todo espejo será incesto y toda palabra noche.

Nosotros ignoramos
que el cuero arrugado de los árboles
sabe matemáticas de luz
y física de habitantes
y que un violín hará fuertes
a los ángeles reconvertidos al nudismo,
fortaleza de cereza y barro seco.

No, no sirve arrancar de cuajo las piedras.
No hay más silencio que una gota de saliva
y toda la angustia del mundo cabe en ella.
Qué grandes son
algunos hombres de cabello largo
que predicen los llantos de las constelaciones.
Quiero conocer sus direcciones,
marcar un camino con cristales,
cubrirles la frente con ceniza.

No hay dolor a la vista.
He perdido la necesidad de la tarde.
Eran dos o tres palabras
antes de la luz marchita.
La ventana ha encontrado otros quehaceres
más sutiles, mejor remunerados.
Prematura muerte de mi lengua
junto a las pelusas grises del gato.



Catálogos de Valverde 32